viernes, 7 de marzo de 2014

MURIÓ UN HOMBRE QUE TENÍA 17 CAMELLOS Y 3 HIJOS

Cuando el testamento fue leído, decía que la mitad de los camellos serían para el hijo mayor, un tercio para el segundo y la novena parte para el menor.
¿Qué hacer? 
Eran diecisiete los camellos, por lo tanto, uno de los animales debía ser cortado al medio.
Los hijos corrieron a buscar al matemático, el erudito del pueblo. Por mucho que razonó, el matemático no pudo encontrar la solución. 
-Es mejor buscar a alguien que entienda sobre camellos, no sobre matemáticas- pensó uno de ellos. Recurrieron entonces a un hombre inculto, pero sabio y con mucha experiencia en las cuestiones de la vida. Le explicaron el problema y sonrió: 
-Es muy simple la solución, no se preocupen. Alguien me ha regalado un camello y se los presto para  hacer las cuentas. 
Ahora había dieciocho camellos: nueve fueron dados al primer hijo, seis al segundo y dos al tercero, cumpliendo con lo especificado en el testamento. Sobró un camello, el que fuera prestado. 

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Esta historia es la adaptación de un fragmento del libro "Palabras de fuego", de Rajneesh,  y sirve para ilustrar la diferencia entre sabiduría y erudición.  Lo sintetiza  así:  "La sabiduría es práctica, lo que no sucede con la erudición. La cultura es abstracta, la sabiduría es terrenal; la erudición es palabra, la sabiduría es experiencia". 

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Sobró un camello, que en realidad era prestado y fue devuelto a su dueño. Esta fórmula también funciona con burros...



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