Durante las guerras civiles en el Japón feudal, un ejército invasor podía
barrer rápidamente una ciudad y tomar el control.
En una aldea en particular, todos huyeron momentos antes de que llegara el ejército; todos excepto el maestro Zen.
Curioso por este viejo, el general invasor fue hasta el templo para ver por sí mismo qué clase de hombre era. Como no fue tratado con la deferencia y sometimiento a los cuales estaba acostumbrado, el general estalló en cólera.
-¡Estúpido! – le gritó mientras alzaba su espada- ¿No te das cuenta de que estás parado ante un hombre que podría atravesarte sin cerrar un ojo?
Pero a pesar de la amenaza, el maestro parecía inmóvil.
- ¿Y usted se da cuenta – contestó tranquilamente el maestro- que está parado ante un hombre que podría ser atravesado sin cerrar un ojo?
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Con su naturaleza búdica, en la cual ya no existen el apego ni los enemigos internos que distorsionan la realidad, el maestro Zen enfrenta con calma la situación. Bella analogía cuyos elementos lingüísticos son simples, pero significativos.
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